POR CLARA SILVESTRE
El cielo y el mar no le resultan extraño, más bien son de él mismo. Este encuentro se produjo cuando tenía su taller en el sexto piso del edificio Mella, en donde a través del enorme ventanal, percibía todo un sinnúmero de sensaciones que alimentaron su interior.
Así fue que se produjo una clase de idílica poesía, lo cual le permitió a Pavel Lerebours incluir en su paleta el color azul, con los múltiples tonos que regalan el mar y el cielo, y el mágico encanto que emanan. De sus trabajos anteriores se destacaban el naranja, los amarillos, los rojos, todo un conjunto de colores cálidos, pero poco a poco el mismo espacio y la presencia de la luz, hizo que transformará su pintura.
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