Cuando Robert Mugabe fue apartado del poder, los líderes militares de Zimbabue prometieron que no tomarían el control para sí mismos, sino que asegurarían la democracia en unas elecciones nacionales. En un contexto de crisis económica, escasez de alimentos y violencia política, lo que estaba en juego no podía ser mayor. Para derrotar al partido gobernante, la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico (ZANU-PF), que ha controlado Zimbabue desde la independencia, están el joven y carismático Nelson Chamisa y la oposición, la Alianza del Movimiento para el Cambio Democrático (MDC). Tras décadas en las que un grupo corrupto se aferra al poder utilizando cualquier herramienta disponible -legal o no-, ¿puede ser realmente posible una elección libre, justa y transparente?
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